29/2/12

OTROS MICRORRELATOS




Nos perfilamos en la edad de los sueños y el dibujo era de un intenso rojo pasión. Luego el agua de la vida lo destiñó traduciendo nuestra historia a rosado papel desvaído. Busqué recetas en el viejo libro Arreglos del hogar pero definitivamente el dibujo se desvaneció. Ahora mi llanto garabatea pálidas nubes que llaman al ocaso.



La anciana regaba los geranios en el balconcito de la sala y su gato Quiyo, envidioso de las flores, se colocaba entre los tiestos con la boca abierta al agua y el susto en el cuerpo. ¡Quita, Quiyo! ¿No ves que te voy a calar? Pero el gato y el hombre solo aprenden con los chaparrones, así es que la anciana colocó la regadera sobre Quiyo hasta que el escaldimojado gato salió volando - como ágil gorrión que huyera de la fuente - y vino a cavilar al trastero ¡Pobres flores! – se compadecía - ¿Pues no las envidiaba yo?



Créanme, el hombre que salió a las seis en punto de aquella mañana de octubre para ir al puerto de Santander, conocía muy bien su destino. Caminó erguido hasta el malecón y recibió sin sonrisa a los que saltaban de la lancha. A la niña la pasaron en volandas. Debajo del brazo llevaba el caballero un paquete oscuro que no soltó en manos del navegante principal hasta que no vio correr bien lejos a la chiquilla. Luego, solo se oía el chapoteo del las olas, alguien hizo un movimiento leve, casi un gesto, y el hombre aquel que había salido a las seis en punto conociendo su destino, se desplomó sobre el cemento, justo al borde de las aguas.
MARÍA CORCALL